jueves, 23 de julio de 2009

The Velvet Blues

En 1985 Los Angeles no era el paraíso, sencillamente estaba más cerca del cielo. Todo el mundo se había mudado al estado y las palmeras estrellaban la bandera americana. Ganar dinero desde mi piscina era una bendición.

Nukita golpeó el cristal blindado del piso superior y me señaló el teléfono mientras arqueaba las cejas y encogía el hocico. Desde mi hamaca amarilla no podía oírle, dejé los papeles que estaba estudiando en el césped y cogí el teléfono que tenía debajo de la sombrilla.

- How long since the last time, B.R. -esa voz me era familiar pero no acertaba si de padre o de madre–, I’d like to meet you this evening. Matt’s at six.

La curiosidad sólo me había quitado seis vidas y estaba dispuesto a seguir arriesgando. Al fin y al cabo el Matt’s estaba cerca de la playa a la que solía ir.

Llegué cinco minutos pronto. Al entrar vi a un viejo amigo, Angelo, sentado en la barra sorbiendo un batido. Me saludó sin quitarse el sombrero ni la sonrisa, disculpándose por la llamada. Había un asunto que yo podía solucionar. Su socio David tenía muchos problemas con una banda sonora. Nunca había estado tan preocupado ni hiriente con Angelo, aunque éste se lo tomara “alla meditarranea”.

En veinte minutos me puso al tanto: Bobby Vinton, Dennis Hopper y Roy Orbison. Ésos eran los tres problemas, y yo podía ayudarle en el último. Con Bobby habían conseguido regrabar la canción dos octavas y media más grave y Dennis era cuestión de días. Pero Roy no cedía los derechos de “In dreams” para la película. Roy era muy sensible y no estaba pasando una buena época. David no iba a continuar con la película sin esa canción.

Me puse a trabajar. Podíamos relanzar su carrera si la cinta era un éxito, pero Roy había leído el guión y le parecía violento y obsceno.

Le seguí por el sur, llegué a Europa tras él, pero seguía obteniendo un no, educado y rotundo, por respuesta. Angelo me llamaba a cada Hotel al que iba. Al año acepté que había fracasado. Añoraba mi sol californiano, a mi mujer y el éxito de mi trabajo.

1986. La película se estrenó usando la canción sin autorización. David respondería por ello, pese a los intentos de Angelo de disuadirle.

Me sentía mal con Roy. Había tratado de negociar algo que finalmente se hizo sin convencerle. Había jugado con los sentimientos y la voluntad de un amigo. Una traición.

Me extrañó que me cogiera el teléfono.

Un día más tarde pasó con su Ford a recogerme para ir a Malibu. Nada más subir Roy dijo, sin mirarme, que sabía para qué íbamos allí. Reconozco que me puse nervioso. Tenía ese carácter afable y cercano que te impedía fallarle, imponía más que los carácteres agresivos. Cambié de tema. Elvis, Patsy, Triumph… La palabra “traición” se asomaba a mi garganta cada pocos segundos, como si necesitara soltarla y dejarla libre. Tragaba saliva y seguía con sus clásicos: Hank, Neil… Pero él no caía en mis juegos infantiles por mucho tiempo.

Le indiqué el camino hasta parar en la puerta de un cine en el bulevar. Un cartel anunciaba Blue Velvet de David Lynch. Roy bajó del coche antes que yo y me sonrió. ¿A qué esperas?, Si hay que hacerlo, hagámoslo ya.

Roy Orbison quedó impresionado por la nueva lectura de “In Dreams” y grabó un vídeo dirigido por David Lynch para los extras de la película. Fue el comienzo de su recuperación, seguido de Pretty Woman y los Traveling Wilburys.